Junto a este muro, dos fotografías en las que los retratados quieren dejar constancia del documento que están generando: la del abuelo del artista desfilando para tomar parte en la mencionada guerra y la de su padre celebrando la muerte del dictador. Dos imágenes que de alguna manera le amparan y le permiten tomar distancia sobre unos hechos a los que a pesar de considerarse ajeno vuelve una y otra vez.

Godoy transforma la fachada de San Felipe Neri en un muro. Un muro que significa muchas cosas: el muro propiamente dicho, pero también una superficie de ruptura, una superficie que señala y evidencia, protege y refuerza, define y simboliza los límites. El momento y el espacio más allá del cual dejan de ser válidas las relaciones que rigen la identidad considerada. Pero el artista no se posiciona de ningún lado del muro, sino dentro de él, en el negativo, en el reverso. En la parte táctil y tangible, aquella que encarna historias personales y familiares y que todavía hoy sigue supurando.