A partir de una gran variedad de soportes – esculturas y objetos como punto de arranque para continuar con la fotografía, el vídeo y las instalaciones sonoras –  Begoña Montalbán articula su discurso en torno a la identidad del individuo contemporáneo y a lo doble, a las imágenes especulares, con especial interés sobre aquellos aspectos que se mueven entre el deseo y la intimidad de unas formas despojadas siempre de sus atributos privados.

La obra de Montalbán abunda en la utilización de elementos cargados de simbología, desde los 90 utiliza maniquíes femeninos (partiendo de cuerpos reales a los que ha despojado de toda individualidad) replegados en sí mismos, inmersos en un interior blanco, silencioso y expectante. Los límites entre figura y fondo se diluyen en una atmósfera que a pesar de ser diáfana y transparante nos resulta penetrante, creando un espacio mental para el recuerdo y la ausencia.